sábado, 26 de marzo de 2016

SÁBADO SANTO

COMENTARIO


En el sábado santo celebramos durante el día la sepultura del Señor, y por la noche la gran vigilia pascual de la resurrección gloriosa del Señor, que constituye la cumbre de todo el año litúrgico

En este día contemplamos la tumba de Jesús. No decimos nada. No celebramos nada. Estamos inundados de silencio. Una parte de nosotros mira a la noche de la muerte. La otra intuye lentamente la alborada.

No es fácil vivir un día como hoy. Algunas comunidades prolongan el gran ayuno de ayer. De esta manera se preparan para el gozo de la Vigilia Pascual. En muchos lugares, el Sábado Santo se ha convertido en un día de reposo tras la intensidad litúrgica de los días pasados. En la mayoría, es un día de vacación o de entretenimiento.

Nuestra vida entera es como un sábado santo. Nos habitan los recuerdos de todas las muertes que anticipan la nuestra. Nos reclaman todas las primaveras que anuncian nuestra resurrección.

En las lecturas bíblicas de la vigilia pascual tenemos un resumen de toda la historia bíblica, desde la creación, pasando por el éxodo y la pascua de Egipto, hasta culminar en la resurrección de Jesús.

La liturgia de la vigilia pascual, que comenzó a celebrarse en la Iglesia romana a mediados del siglo II, posee en su estructura actual una rica simbología bautismal que es el sedimento de muchos siglos de culto cristiano. Siguiendo el orden del ritual: el rito del fuego nuevo, la procesión de la luz, el cirio pascual, el pregón pascual, la bendición del agua y la fuente bautismal.

La vigilia pascual con el fuego nuevo y la luz del cirio que representa a Cristo, expresa alegremente nuestra fe en la liberación del hombre envejecido por el mal, mediante la creación del hombre y mundo nuevo en Cristo resucitado.

La resurrección no es el retorno de Jesús a esta vida. Jesús ya no vuelve a esta tierra, ni entra de nuevo en la historia humana, ni lo que acontece es que Jesús "revive". No. Jesús "resucita". Es decir, trasciende el espacio y el tiempo. Por eso, trasciende las condiciones de "esta vida". Y así inaugura las condiciones de "otra vida". Nada sabemos, ni podemos saber, de lo que es o cómo es esa nueva vida. Lo único que podemos decir es que se trata de la "plenitud de la vida". O sea, es una vida sin limitaciones y que, por tanto, colma todos los anhelos de vida que los humanos sentimos, aunque ni nos demos cuenta de que tales anhelos están en nosotros.

Todo esto quiere decir obviamente que la resurrección no es un "acontecimiento histórico", sino que es una realidad que se sitúa "más allá de la historia". La resurrección ha sucedido. Y sucede. Pero no en nuestro mundo, sino más allá de nuestro mundo. Como es lógico, esto no es conocible por la razón o por los sentidos. Esto sólo es el alcanzable por la fe. Es, por tanto, algo expuesto siempre a la oscuridad, a la duda, a los sentimientos de inseguridad. Por eso la fe en la resurrección (la de Jesús y la nuestra) es el culmen de la fe cristiana.

Que la Vigilia de esta noche nos inunde de la luz, de la Palabra, del agua y del pan que necesitamos para hacer más sabrosa nuestra vida en este mundo.









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